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Es muy común que los niños se chupen el pulgar, el labio u otro dedo, como una forma de tranquilizarse y conciliar el sueño. La mayoría de los niños supera el hábito de chuparse el dedo entre los 2 y los 4 años. Pero es importante que los niños abandonen el hábito de chuparse el dedo antes de que aparezcan los dientes permanentes, para evitar problemas con la alineación de los dientes y el desarrollo de la boca.

La intensidad con la que el niño succiona el dedo puede marcar una diferencia en los riesgos de los problemas de salud dental que padecerá más adelante. Un niño que se chupa el dedo agresivamente tiene mayor riesgo de sufrir daños en los dientes que un niño que mantiene el pulgar u otro dedo pasivamente dentro de la boca.

Es importante que trabajes de la mano de un especialista de la salud bucal para ayudar a tu hijo a romper este hábito y mantenerlo saludable.

 

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